Carretas en el Detroit de 1900...

El título de esta nota hace referencia a algo que un amigo siempre me dice cuando hablamos sobre los actuales desafíos de la Educación en el mundo y en particular en Argentina. Su frase, palabras más, palabras menos es la siguiente: "Algunas veces como docente me siento que soy un fabricante de carretas en el Detroit, Michigan del año 1890 y pico, tratando de mejorar la calidad del producto que elaboramos. Algunos de los fabricantes somos excelentes y hemos perfeccionado "la carreta" a un nivel inigualable. Claramente las carretas son buenísimas. Sin embargo, no muy lejos en la misma ciudad, Henry Ford está pronto a producir el primer Ford T".
Creo que lo que mi amigo me marca constantemente, y con razón, es el enorme desafío que tenemos como educadores para pensar las cosas de manera distinta.
En esa línea venimos trabajando en este blog, con la idea de, como uno de los títulos de nuestras entradas, de aportar en la ampliación de las fronteras del debate educativo.
Fue así y como producto de los intercambios del blog, un contacto de Twitter nos acercó este estupendo material que quisimos compartir con Uds.

Para aquellos que no lo conozcan (ya hemos publicado un innovador video de él) Ken Robinson es un educador británico, experto en creatividad, calidad de la enseñanza, innovación y recursos humanos.
Para algunos no aporta nada nuevo. Para otros es casi un gurú. Sin ponernos en ninguna de estas posiciones nos parece relevante el hecho de que alguien lo diga y auspicioso que ese alguien logre el nivel de difusión y adhesión que logra Ken Robinson.
Para el pensamiento de Robinson, en los últimos 50 años las esferas económica, cultural y personal han dado un vuelco en el mundo entero. Y sin embargo, los sistemas educativos no se han movido ni un ápice de sus programas y objetivos. ¿Por qué se aburren los chicos en la escuela? ¿Por qué llegan al mundo adulto sin tener idea de sus propios talentos y capacidades?
En esta entrevista realizada por la televisión española, Robinson llama a demoler la educación nacida para y por las sociedades industriales. Para él la sociedad de la información actual necesita personas creativas y motivadas.
Una curiosidad: quien lo entrevista es Eduard Punset Casals. Jurista, escritor, economista y divulgador científico catalán que participó en política principalmente durante la transición democrática española de la mano de Centristes de Catalunya-UCDConvergència i Unió  y el Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez por el que fuera elegido para ser eurodiputado en el Parlamento Europeo entre 1987 y 1994 y en esta oportunidad acompaña de una manera brillante el relato del entrevistado.

Aunque les dejamos transcripción de las primeras preguntas y sus respectivas respuestas, preferimos que lo vean y hagan sus propios análisis... Posiblemente no estarán de acuerdo con todo. Pero lo más importante es que habremos salido por un momento de "lo circunstancial" para entrar en el terreno un poco más "sustancial", seguramente mucho más interesante y motivador para la cotidana tarea de enseñar...
Abierto los comentarios que posiblemente genere la visualización del video (completo dura 28:48)

 

Enorme agradecimiento a Luis Castelli de Ushuaia (@luiscastelli) por acercarme el link y por supuesto al "dueño" de la frase que inspiró el título, mi amigo Mario Giannoni.


Trascripción de la primera parte del intercambio entre Eduardo Punset y Ken Robinson

Eduardo Punset (EP): -Hace muchos años leí algo tuyo que me fascinó, porque pensé que nadie había dicho antes algo tan sencillo y tan cierto. Dijiste que elevar los estándares de educación no sirve de nada si los estándares en cuestión no son válidos o son incorrectos. Y desde entonces, he intentado leer todo lo que has escrito, como Out of Our Minds, por ejemplo. ¿Podrías explicarles a los teleespectadores tu punto de vista?
Ken Robinson (KB): -Mi experiencia es que la mayor parte de nuestros sistemas educativos están desfasados. Son anacrónicos. Se crearon en el pasado, en una época distinta, para responder a retos diferentes. Con el tiempo, se han vuelto cada vez más limitados. En todas partes del mundo hay intentos de reformar la educación, y uno de los grandes mantras es que hay que elevar los estándares. Y me hace gracia, porque ¡por supuesto que deberíamos mejorarlos siempre! ¡pero no sirve de nada aumentarlos si están equivocados! Por ejemplo, en la mayoría de sistemas, se insiste mucho en elevar los estándares de matemáticas y de lengua, que por supuesto son muy importantes, ¡pero no son lo único que cuenta en la educación! Las disciplinas artísticas cuentan, las humanidades cuentan, la educación física también…

EP: -Me gustaría saber si es cierto que ha habido tantos cambios turbulentos, que ha surgido una disparidad, o una gran brecha, entre la educación, por un lado, y las necesidades individuales de las personas, por otro. ¿Cuáles son estos cambios?
KR: - Pues creo que hay varios. Si nos planteamos cuál es el propósito de la educación, los políticos a menudo hablan de volver a lo esencial, a lo básico. Y creo que hay que hacerlo, ¡pero primero tenemos que ponernos de acuerdo sobre qué es lo esencial! En mi opinión, la educación, desde la guardería hasta la formación de adultos, tiene en líneas generales tres objetivos, o por lo menos debería tenerlos. Uno de ellos es económico. Es innegable que una de las grandes expectativas que tenemos sobre la educación es que, si alguien tiene estudios, estará en mejor posición para conseguir un trabajo, y la economía se beneficiará. Por eso invertimos tanto dinero en la educación.

EP: -Y ahora no es así.
KR: -¡El problema es que las economías del mundo han cambiado diametralmente en los últimos 50 años! El mundo cada vez está más dominado por los sistemas de información, estamos inmersos en una economía de servicios y la industria se ha trasladado fuera de Europa: ahora mismo se ubica mucho más en Asia. Por consiguiente, económicamente, el mundo de ahora no tiene nada que ver con el mundo en el que tú y yo crecimos. La revolución industrial forjó nuestro mundo, pero también fraguó nuestros sistemas educativos: ¡tenemos un sistema de educación industrial! Es un modelo de la educación basado en la producción.
El segundo gran reto educativo es de índole cultural: una de las cosas que esperamos de la educación es que ayude a las personas a comprender el mundo que les rodea y a desarrollar un sentimiento de identidad cultural, una idea sobre su lugar en el mundo.

EP: -Sí.
KR: -Si analizamos los sistemas educativos de todos los países… en España no hay duda de que esa expectativa está presente en el sistema de enseñanza: se pretende ayudar a los alumnos a conocer mejor la cultura española, y lo mismo sucede en el resto del mundo. Es una gran expectativa de la educación. El problema es que el mundo también se ha transformado culturalmente en los últimos 50 años. No tiene nada que ver con el mundo en el que crecimos: cada vez es más interdependiente, más complejo, y también más peligroso culturalmente en algunos aspectos, más intolerante en ciertas cosas…
El tercer gran objetivo de la educación es personal: lo saben los que tienen hijos pero también cualquiera que esté vivo: una de las cosas que esperamos de la educación es que nos ayude a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos; que nos ayude a descubrir nuestros talentos, nuestras destrezas.
Y creo que la educación ha fracasado estrepitosamente en ese sentido, puesto que muchos acaban sus estudios sin descubrir lo que se les da bien, sin averiguar jamás sus talentos. ¡Muchos pasan por la escuela y llegan a la conclusión de que carecen de cualquier talento! Y esto sucede porque, en el fondo, tenemos una visión de las aptitudes muy limitada. También ha habido cambios en ese sentido…
Vemos pues que hay cambios en nuestra noción de inteligencia, pero también en la cultura, que ha cambiado y se ha complicado, por no hablar de hasta qué punto se ha revolucionado econonómicamente el mundo.

EP: -Por tanto, tenemos pues tres grandes cambios que probablemente explican esta ansiedad que surge de la disparidad entre el mundo educativo y las necesidades económicas, culturales e individuales.
Creo que fuiste uno de los primeros del sector educativo en hablar de la desafortunada división entre ciencias, y la cultura y las artes. Y es curioso, porque nosotros, cuando preparamos programas científicos, a menudo tenemos que enfrentarnos a un dilema, nos planteamos que un tema no encaja bien en lo que los científicos denominarían temática científica, así que es mejor descartarlo. Pero tú afirmas que, como resultado de esta escisión entre la ciencia y las disciplinas artísticas, hemos ignorado un campo fantástico: el de la creatividad. ¿A qué te refieres exactamente?
KR: -Veamos, pensemos de nuevo en la educación. La mayoría de países no instauraron un sistema de educación pública obligatoria hasta mediados del siglo XIX. Se trata de ideas bastante nuevas.
Dos factores influyeron mucho en la educación: el primero fue la economía industrial, que provocó una cultura organizativa de la educación extremadamente lineal, centrada en los estándares y la conformidad… y el otro gran factor de influencia, en mi opinión, fue la cultura intelectual de la Ilustración, que desencadenó en la cultura académica de la educación. Una de las características de la enseñanza es que hay una jerarquía de asignaturas en las escuelas.
En la mayoría de sistemas tenemos, arriba de todo de la jerarquía, la lengua, las matemáticas y las ciencias; un poquito más abajo están las humanidades, como la geografía y los estudios sociales, o la filosofía (cuando se enseña)… y debajo de todo están las disciplinas artísticas.
Hay poquísimos sistemas educativos (no conozco ninguno, de hecho) que enseñen danza con el mismo rigor y sofisticación con el que se enseñan matemáticas. ¿Por qué hay esta jerarquía? Muchos te dirán: «¡es evidente! ¡Tiene que haber una jerarquía!» Pero, ¿por qué? Creo que hay dos motivos, el primero de los cuales es económico. Se cree que las materias que están más arriba en la jerarquía son más relevantes para el mundo laboral…

EP: -…para encontrar un trabajo.
KR: -Sí. Y te encuentras con afirmaciones como: "no te dediques al arte, jamás serás un artista ni te ganarás la vida con el arte", "no hagas música, es muy difícil salir adelante como músico". Así que un argumento es claramente económico. Pero lo interesante es que nadie te dice: "no te centres en las matemáticas, nunca serás matemático" ni tampoco: "olvídate de la química, jamás serás químico". Esto se debe a que, en nuestra cultura intelectual, existe una asociación entre las ciencias y cierto tipo de conocimiento objetivo. Se cree que, al trabajar con las ciencias, se trabaja con hechos y certeza, que son las cosas que marcan diferencias en el mundo; mientras que las disciplinas artísticas se asocian con los sentimientos y la expresión personal, por lo que están muy bien para entretenerse, pero no son importantes para la economía. La Ilustración y la revolución científica crearon un modelo de inteligencia y conocimiento que ha imperado en nuestra cultura. Desde entonces, el arte se ha asociado con la corriente del romanticismo del siglo XIX, con la expresión de sentimientos. Y creo que es un problema enorme, porque esto ha disociado el intelecto de la emoción, y hemos pasado a considerar ambas cosas como separadas, en detrimento tanto de las artes como de las ciencias. La creatividad ha pasado a asociarse con lo artístico y no con lo científico, porque se cree que la creatividad tiene que ver con la expresión individual de las ideas. Yo propongo, entre otras cosas, retomar una concepción de la creatividad que nos devuelva la relación entre las disciplinas artísticas y científicas, puesto que ambas salen perjudicadas de la separación.

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