Examen final integrador para el nivel secundario. ¿Para qué?

Siguiendo con las notas referidas a las propuestas incluidas en el Mega Proyecto de Ley que presentó el Poder Ejecutivo para ser tratado en las sesiones extraordinarias de este enero 2024 vamos por una de las cosas que parecen más novedosas (aunque como veremos seguidamente no son ninguna novedad): el examen final integrador del nivel secundario para todos los chicos del país.

Como adelantamos es una propuesta que viene de larga data en nuestra Democracia. Fue tibiamente propuesta en los debates durante el Segundo Congreso Pedagógico Nacional impulsado por Raúl Alfonsín durante los 80. Posteriormente reaparece en los 90 cuando la Ministra de Educación, Susana Decibe, durante 1996 hace público la propuesta para establecer a mediano plazo un examen final para el ciclo secundario que no tendría carácter obligatorio. Y de allí en más desde diferentes sectores la propuesta tanto en el ámbito académico como en el ámbito de la gestión siempre estuvo presente con diferentes objetivos como tiene una prueba de este tipo.

En esta ocasión la noticia despertó pocas reacciones. A contrapartida de las anteriores esta vez parece que han dejado de ser mayoritariamente de rechazo, sobre todo en los niveles superiores de educación, donde la idea siempre había sido considerada como una expresión de la voluntad de limitar el ingreso a la Universidad.

En concreto y alrededor de este tipo de exámenes, la experiencia de otros países es muy dispar. La modalidad más conocida del examen final para la escuela media es el baccalauréat (BAC) una prueba rodeada de antiguas tradiciones que permite obtener en Francia el certificado final del bachillerato. Este examen proviene de los tiempos napoleónicos cuando la escuela media no era más que un peldaño en el camino hacia la Universidad y con un contenido enciclopedista que le valió severas críticas cuando no había adquirido aún, la diversificación que hoy la caracteriza. También hay exámenes finales en Alemania, Holanda o Italia. No así en España (posee lo que se llama Exámenes de selectividad algo diferente a lo aquí planteado), ni en Portugal. En Lainoamérica, Brasil es uno de los países que tienen este tipo de exámenes. También conocido como el Examen Nacional de Enseñanza Media, esta es la prueba que ha creado el Ministerio de Educación en Brasil para evaluar, en primera instancia, la calidad general del nivel educativo secundario. En esos términos nació, sin embargo hoy su trascendencia se debe al hecho de que el ENEM se ha convertido en la prueba de acceso a las universidades públicas o federales del país y también a muchas instituciones privadas.

El caso más llamativo de examen final del secundario es el chino con el llamado Gaokao. Cada año China entra en dos días de suspenso: millones de jóvenes en todo el país se juegan su destino en esos exámenes. En este caso el examen decide quién logra un cupo para ir a la universidad. Los adolescentes chinos se preparan durante años para la prueba y genera una fuerte presión sobre ellos. El día de la prueba los familiares salen a las calles para desearle suerte a sus hijos y las autoridades hacen lo posible para evitar que algún estudiante cometa fraude. Las medidas de seguridad incluyen cámaras de vigilancia, sistemas de posicionamiento global y drones. Cuando llega la hora cero todo queda en silencio, la consigna es que nada distraiga a los alumnos que se enfrentan a la prueba de sus vidas. Se cierran vías de acceso a los establecimientos y se suspenden obras de construcción cerca de las escuelas, se dispone un transporte especial para los estudiantes y los equipos médicos se ponen en alerta. En China se comenzó a implementar en 1952. Desde 1977, se presenta como la única manera en la que un joven de escasos recursos, especialmente de las áreas rurales, puede tener un mejor futuro. El Gaokao se basa mayormente en recordar conocimiento y aplicarlo en la resolución de problemas. ¿La crítica? Ese alto nivel de competencia hace que haya quien lo considere “el examen más difícil del mundo”, según explica Alex Beard, educador y autor del libro "Otras formas de aprender". "En realidad no están aprendiendo conocimientos para pensar de manera crítica o creativa, están aprendiendo para responder preguntas del examen", dice Beard refiriéndose a los estudiantes que se preparan para el Gaokao. “En China todo el sistema educativo está diseñado para preparar a los estudiantes para que respondan preguntas del examen, en vez de prepararlos para que sean individuos íntegros que tengan un conjunto amplio de conocimiento, habilidades y aptitudes. El Gaokao tiene la función de mostrar que en China existe la meritocracia”. Otra cultura. Otra forma de resolver un desafío. También críticas hacia donde pueden terminar orientándose este tipo de exámenes.

Volviendo a Argentina, la escuela secundaria hoy está abierta a múltiples opciones puesto que aspira a formar para el estudio y el trabajo y ha dejado de ser sólo mera vía de acceso a estudios superiores: los estudiantes no tienen como objetivo único el ingreso a la Universidad y aquí radica, para algunos, uno de los cuestionamientos centrales a la iniciativa. La evaluación global de una carrera ya terminada implica una contradicción: quienes deben someterse a ella han cumplido previamente con cada materia y con las exigencias sucesivas correspondientes aprobando cada una de ellas si llegaron al final. Así, para los críticos, la prueba final supone poner en duda lo sucedido antes en la escuela media durante el transcurso de esos varios años.

Para otros críticos, la aplicación justa de un hipotético examen final integrador no debería quedar reducida a un cuestionario sobre asuntos puramente teóricos o académicos. ¿Qué debería formar parte de ese examen? ¿El dominio de qué conocimientos y competencias debería valorarse? Un ejemplo práctico: ¿De qué modo se juzgará una competencia en las asignaturas prácticas de las escuelas técnicas? Preguntas que debemos hacernos al momento de pensar en este tipo de exámenes. Creo, sin embargo, que todo se puede hacer siempre y cuando usemos los mismos procedimientos con los cuales ya se ha evaluado al alumno cotidianamente en la escuela durante esos cinco o seis años que duró la carrera.

Pero la gran oportunidad que veo pasa por otro carril: el desafío cambia si la meta es descubrir previamente quiénes tienen mejores aptitudes y mayor vocación por una carrera posterior. En ese caso el planteo podría ser distinto y asumir formas diferentes. Sería perfectamente admisible de esta manera incluir pruebas finales voluntarias específicas relacionadas con las exigencias de cada carrera a aplicar. Un ejemplo: sería interesante un examen de biología vinculado con lo que se enseña en la escuela media a quienes pretenden seguir estudiando Medicina, o Veterinaria, o carreras ligadas a las Ciencias Naturales.
Sin embargo, hay un tema que me parece que soslayamos: una prueba como la propuesta plantearía en nuestro medio una serie de problemas no todos previsibles, ni de fácil solución. Y nada aseguraría que el esfuerzo de tomar y de rendir el examen deje algo positivo ni que induzca a pensar que contribuye a mejorar el nivel general de la enseñanza media, sólo por tomar el examen. ¿Queremos mejorar el nivel secundario? Sí. Entonces, ¿por qué empezar por el final y no por el principio? ¿Por qué no poner todo el foco en la transformación definitiva de esa escuela secundaria desde su primer año para garantizar priemro que todos ingresen (algo que casi hemos logrado), que todos terminen (recordemos que sólo el 50% llega al último año) y que todos obtengan los necesarios e imprescindibles 
conocimientos para vivir en sociedad, acceder a trabajos de calidad y/o una posterior formación en Educación Superior. La pregunta: ¿Necesitamos de este examen final para diseñar e implementar mejores políticas públicas para el nivel de educación secundaria? No parece. Y la respuesta podría hallarse en la misma redacción del proyecto que presento el gobierno del presidente Milei. Brevemente la abordamos ahora.

Tomando palabras del mensaje de fundamentación del propio proyecto de ley parece llamativamente pobre la propuesta. “Se impulsan cambios en el sistema educativo, con un examen integrador al finalizar la educación secundaria, y la posibilidad que los padres puedan tener conocimiento de las notas de sus hijos, y de cómo estas y las de su colegio comparadas con las del resto del país”. La redacción del artículo que lo propone tampoco es muy específico. En la segunda parte del segundo párrafo del artículo 548 que sustituye al artículo 95 de la Ley de Educación Nacional (Ley 26.206) se dice que “Al finalizar los estudios de educación secundaria el Estado Nacional tomará un examen censal obligatorio que mida los aprendizajes adquiridos y las capacidades desarrolladas por los adolescentes que egresan. El alumno tendrá derecho a conocer y recibir una certificación del resultado”. A esta altura pareciera un despropósito tanto despliegue sólo para eso.

Deberíamos repensar el para qué. Lo importante creo es que como vimos en otros países estos exámenes pueden estar orientados a 2 objetivos que pueden ser diferentes o pueden actuar conjuntamente:

a) Certificar los conocimientos del nivel secundario con la posibilidad de proponer instancias de recuperación de aprendizajes no adquiridos y profundización de conocimientos (tal es el caso en parte de Finlandia); y/o

b) Ser un elemento que habilite o restrinja la orientación del alumno en el acceso a una formación de nivel Superior (tal como ocurre en China o de alguna manera empieza a funcionar en Brasil).

Hay, por lo tanto varios elementos en los cuales se debería profundizar esta iniciativa, que puede sin dudas ser una buena herramienta, si previamenete definimos sus verdaderos alcances y objetivos en el marco de una política pública seria de transformación del nivel secundario.

Comentarios