Las desigualdades educativas expuestas o potenciadas por el coronavirus no van a resolverse en el corto plazo, ni a los empujones, ni mágicamente...

Con esa frase inicié una charla con amigos cuando me preguntaron cuando volveríamos a la normalidad en las escuelas. ¿Suena muy pesimista? Es posible. Pero es importante que pongamos un ojo en cosas que están pasando bajo la superficie y no le estamos prestando mucha atención. Estamos volviendo a las aulas pero la ansiedad de la vuelta puede estar tirando bajo la alfombra algunos inconvenientes que muchos creen como secundarios, menores, que se van a arreglar mientras andamos. “Volvamos y después vemos” era lo que me decían antes de volver. Siempre dije que era un error. Había y hay que volver -ya que no se justificaba no intentarlo- pero con flexibilidad y poniendo herramientas a disposición de la vuelta, para no equivocarse y sobre todo en esos primeros momentos. Esta nueva ingeniería requiere de una estrategia y financiación a largo plazo para llegar no sólo ya a los alumnos más vulnerables y desfavorecidos, sino a muchos que la pandemia los convirtió en vulnerables educativamente.

Por ahí no se comprendió y todavía hay tiempo para hacerlo: lo más importante era -y sigue siendo- volver con “protocolo pedagógico”, más allá de utilizar el verde, amarillo y rojo de los “semáforos epidemiológicos” y del cumplimiento del “protocolo sanitario”, al que nuestras vidas está atado desde hace poco más de un año en cada actividad que encaremos. En principio, pretender que todo se resuelva en poco tiempo, empujando a que todo vuelva a “su lugar” de los tiempos previos a la pandemia como si nada hubiese pasado podría hacernos creer en la magia, que en cualquier área social que intentemos abordar sabemos que no existe. No necesitamos a Harry Potter. Preferimos manejarnos por evidencias y sobre ellas construir planes y programas. Y en el medio escolar eso, más allá de lo epidemiológico tiene raíz en lo pedagógico, lo didáctico, la gestión escolar. Necesitamos reconstruir el espacio y el tiempo en una escuela. Con las restricciones que nos pone el no haber salido todavía de la pandemia, pero con la necesidad de ir avanzando hacia esas mejores condiciones educativas imprescindibles para todo lo que hay que hacer de acá en más. Ese es nuestro norte.

No voy a hablar de los edificios escolares. Parece mentira pero cuando decidimos habar de Educación en seguida nos metemos en la Arquitectura. Se descuenta que para que haya proceso de enseñanza-aprendizaje debe haber edificio en condiciones que acepten las limitaciones que trajo la pandemia. Me perdonan pero de eso no voy a hablar. Mi idea acá es otra. Las desigualdades educativas se han multiplicado durante la pandemia hasta tal punto que los niños en diversos países del mundo necesitarán ayuda a largo plazo. Son muchas las investigaciones sobre el impacto de las consecuencias negativas (más) o positivas (menos) de la pandemia en los aprendizajes de los alumnos. Y aquellos que tenemos relación cotidiana con las escuelas sabemos que existe una preocupación muy grande entre supervisores, directores y maestros por la magnitud de las brechas de aprendizaje que han aparecido (particularmente entre los niños con necesidades especiales y discapacidades). Y cuando esas preocupaciones son tomadas por la comunidad escolar se revierten poco a poco en significativas presiones que vienen aumentado exponencialmente sobre los propios maestros y autoridades escolares. Paro acá, y retomaré este tema más adelante…Prefiero empezar por lo bueno…

Es cierto que en este mismo marco pandémico hay cosas interesantes para resaltar: la urgencia de la crisis del Covid, en líneas generales, ha hecho mejorar en parte el intercambio de información en el sistema educativo y con otras agencias de gobiernos o en el peor de los casos, ya que no todas las jurisdicciones tienen el mismo “andar”, elevó el reclamo por la necesidad de que esa información se recopile, circule y sea utilizada de mejor manera que hasta la previa a la pandemia, donde este tema parecía importarle a casi nadie. En segundo lugar, en muchos casos, desnudó los niveles de privación y dificultades que antes aparecían desdibujados tanto para los gobiernos como para el conjunto de una mayoría de los ciudadanos que tenían poco contacto o interés por lo que ocurría dentro de un colegio. Y agrego un tercer elemento interesante ya que está siendo estudiado: pareciera que los desafíos planteados por la pandemia y los ciclos de cuarentenas no necesariamente han creado nuevas necesidades, pero sí han exacerbado las vulnerabilidades existentes y ampliado fundamentalmente las brechas de aprendizaje.

Por eso es muy probable que para resolver estos problemas estemos muy tentados a implementar iniciativas rápidas y “corto placistas”. Les adelanto (aunque a los Ministros de educación no les guste): no van a funcionar. Como no alcanza con volver y empezar como si nada hubiese pasado tampoco alcanza pensar que con un par de retoques recuperaremos lo que no se pudo hacer durante todo este tiempo y eso resolverá el futuro. De mi contacto cotidiano con maestros y autoridades escolares, una mayoría muy importante reconoce la necesidad de readecuar ofertas a largo plazo, diseñadas con criterios de apoyo intensivo e integral y sobre todo en conjunto con las familias, en particular para aquellos niños potencialmente vulnerables. ¿Esto es posible hacerlo? Sin dudas. Ya hay jurisdicciones que están trabajando en eso. Tímidamente, es cierto.

Pero hay que tomar en cuenta un problema adicional que surge como fuerte preocupación en la charla con supervisores y directores de escuela: la fatiga extrema, con riesgo de agotamiento, de los maestros y del personal de las escuelas. Estoy retomando el segundo párrafo de esta nota, ese en el que hablaba sobre las preocupaciones de aquellos que trabajan en las escuelas y cómo esas preocupaciones se transforman en presiones de la propia comunidad si no se gestionan correctamente. ¿Las causas? Una parte importante puede atribuirse a las penosas condiciones en la que muchos maestros están realizando la tarea de enseñar. Problemas que alguna vez planteé que no resolvían los “protocolos sanitarios”. Otra parte: sigue faltando el trazo grueso de una nueva pedagogía para la pandemia y la pospandemia. Y de esto no se encarga sólo el maestro. Acá es donde los ministerios deben apoyar la tarea cotidiana. Y para que no nos olvidemos la tarea de la escuela es enseñar. Es cierto muchas veces los ministerios parecen estar trabajando sobre estas líneas pero hay que poner la oreja a la demanda de muchos maestros: muchos de ellos en sus charlas denuncian un incremento imperceptible pero agotador de una tensa relación con autoridades de los ministerios, se quejan de que planes y programas se desarrollan sin consulta con ellos y hay stress por los sucesivos cambios repentinos de política anunciados sin previo aviso. Errores comunes previos a la pandemia en varias jurisdicciones y en los cuáles lamentablemente nadie reparaba pero que en este contexto complejizan aún más la posibilidad de un buen trabajo con sus alumnos.

Y ya que buscamos abordar de frente las desigualdades acrecentadas por la pandemia, necesitamos que nuestro “recurso humano” llamado maestro no se agote con cosas que en otros tiempos parecían menores. Apelar a la cooperación entre los actores educativos es fundamental. A todos los actores. Y en particular apoyar el tortuoso y accidentado trabajo de los maestros con sus alumnos, no importa si es presencial o virtual. Aunque algunos crean que no, existe un fabuloso espíritu de trabajo en equipo en nuestras escuelas, con una cantidad enorme de docentes bien formados y liderazgos claros de muchos de ellos para llevar adelante esta apasionante tarea. Sólo hace falta poner recursos y buena gestión para que ese potencial explote y se desarrolle en las mejores condiciones posibles. Los ministerios deben dedicarse a relevar, apoyar y coordinar experiencias y no a obturar con contradictoria normativa o decisiones de impacto escolar poco estudiadas. Es hora de liberar ese potencial que poseen los maestros y que ellos construyan conocimiento en cada aula, burbuja o como quieran llamarlo a partir de ahora. Si podemos entender estas cosas, gobiernos, autoridades escolares, maestros y ahora porque no también y sobre todo padres (actor que hacía un tiempo parecía desdibujado), podremos hacer un mejor trabajo para resolver el gigantesco desafío que tenemos por delante. Si no lo hacemos perderemos la gran oportunidad…

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