"La pandemia exige ideas, gestión y recursos" ¿Sólo en pandemia?. Mensaje para los que gobiernan el sistema educativo

La necesaria e imprescindible vuelta a la presencialidad escolar ha disparado una catarata de debates públicos muy interesantes. Uno de ellos en los últimos días fue introducido como algo novedoso aunque tiene más de 20 años de profundo estudio y ha arrojado números y conclusiones más o menos similares a las que hoy algunos ingratamente descubren: el perfil de los que enseñan en el sistema educativo argentino. Me correré de la cuestión de nombres propios e intencionalidad de marketing político de muchos de los actores que forman parte de este debate. La verdad es que debatir eso no sirve para nada. Es más por hacer eso de ponerle cara, nombre y apellido a las argumentaciones terminamos hablando de "a que escuela fue tal o cual" en vez de ver cómo resolvemos el desafío que hemos mandado "bajo la alfombra" las últimas 3 décadas. Y en esta ocasión también me correré de abundar en cierta casuística personal que es esgrimida para justificar argumentos. Hemos lamentablemente naturalizado el "dato suelto” confundiendo relación causal con correlación o la nada misma. Más de un funcionario no podría aprobar una tesis de grado de una carrera universitaria argumentando tal como lo hace hoy por los medios. Necesitamos rigurosidad, certeza, confianza y no lo logran.

Por eso, humildemente, intentaré introducir sólo 3 “ingredientes” que me interesan, a esta “ensalada pública” en la que siempre convertimos por estas latitudes al magnífico arte de debatir.

Arranco con el primero. Pues bien, este debate ahogado, tal cual adelantaba, tiene uno de sus primeros trabajos de investigación plasmado en un libro llamado “La Condición Docente” de Emilio Tenti Fanfani en el año 2003/2005. Hemos hablado de él en este blog por eso sólo dejo el link a esa nota y si pueden hacerse del libro será una interesante ocasión para darse cuenta que investigación educativa hay mucha, de ahí a que las gestiones políticas le pongan el ojo es otra cosa. Igualmente no quería perder la oportunidad de contarles lo que aprendí en la lectura de ese libro. El concepto de “maestro” no sólo se construye con datos duros. Reitero: ojalá las gestiones políticas tomaran en cuenta alguna vez esos datos: edad, género, de que sector social provienen, lugar que ocupan en la estructura de la distribución del ingreso y muchos más etcéteras. Pero esos datos duros son una de las bases para arribar a la caracterización. Una, no la única. El concepto de "maestro" es el resultado de una construcción de imágenes ideales e ideologizadas a partir de una realidad objetiva compuesta de datos y las percepciones que tenemos de ellos, lo que la sociedad y los propios docentes perciben de ellos mismos. Imagen de clase, percepción de pobrezas, trayectoria social, la docencia como salida laboral, nivel de satisfacción con lo que hacen y otra decena de etcéteras. Por eso, cuando analizamos los discursos deberíamos poder diferenciar cuánto hay de información, cuánto hay de mito, cuánto de prejuicio, cuánto de frase hecha… Explicado eso de "imagen construida", algo que llama la atención es que parte de la sociedad que reclama vehementemente (cosa que está bien) el arte de diferenciar dato duro de percepción, al momento de pedir explicaciones a sus funcionarios queda atrapada en una indiferenciación frente a los múltiples discursos que circulan… Tema aparte: falencia que podría tomarse como un primer indicio de que si algunos maestros tampoco pueden, por suerte y no por desgracia, nuestros docentes formarían parte de esta misma sociedad y no de otra.

Posiblemente detrás de esta falencia se esconda el segundo ingrediente: algo que no se dice en los impetuosos y ardorosos discursos que circulan por estos días: nuestros maestros son el producto de nuestro sistema educativo. ¿Hay que mejorar? ¡Sin dudas! Y aquí, recuerdo a un profesor de mi profesorado allá por los 80. Ante la pregunta de cuándo se empezaba a formar un maestro, la respuesta era “desde el nivel preescolar”. Me quedó sellado para toda la vida. Es posible que quienes no provengan de una formación en Educación y su aporte haya arrancado recién cuando lo nombraron funcionario del área educacional desconozca alguna o muchas de estas premisas. Mi recordado “maestro” en el profesorado decía: “todo lo que el sistema educativo formal no haya hecho será difícil de compensarlo en unos pocos años de profesorado donde Uds hoy alumnos, mañana docentes, deberían aprender a enseñar”… ¿Cuánto se hizo para el cambio hasta ahora? Mucho y poco a la vez. Mucho ya que se anunciaron en los últimos años varias reformas educativas globales y específicas del nivel de formación docente. Se llevaron a cabo varias acciones con resultados diversos y hasta contradictorios. Es más, de algunos no sabemos ni los resultados. Aprovecho antes de cerrar este segundo punto y pasar al tercero para abrir un necesario paréntesis: es llamativo, ningún gobierno se atreve a evaluar sus propias políticas. ¿Cómo no estar de acuerdo con la evaluación de alumnos e incluso de docentes? Pero, ¿Qué gobierno diseñó e implementó una política pública educacional que contenga su propia evaluación y posterior publicación de los resultados? ¿Cuántos de ellos lo hicieron en los últimos años tanto a nivel nacional o provincial? ¿Cuántas veces escuchaste a un funcionario en mandato o ya habiendo terminado, decir “nos equivocamos, no era por ahí”? Y entonces, recuerdo que la formación docente en nuestro país está a cargo de cada jurisdicción provincial, con un Instituto Nacional de Formación Docente que coordina políticas y apoya técnicamente a cada jurisdicción. ¿Qué logros pueden mostrar en el ámbito de la formación docente, provincias que son gobernadas hace 12/16 años (algunas mucho más) por el mismo sector político, siendo que el tema del perfil de nuestros maestros es un tema que viene estudiándose como dijimos hace no menos de 20/25 años? ¿Cuál es la responsabilidad de esas gestiones en lo que hoy descubren como falencia? Todas preguntas que eluden los que ocuparon y ocupan dichos espacios decisionales. Esto hay que cambiarlo.

Por último y como tercer “ingrediente”, pocos quieren reconocerlo: hace muchos años Argentina decidió tener un sistema educativo con base en “muchos docentes baratos y más o menos formados” en vez de tener “pocos docentes muy bien formados y bien pagos”. En esa decisión subyace un ecosistema de complicidades entre diversos actores políticos, sindicales, sociales que niega el debate ya que quedaría demostrado el grave error de haber elegido el camino equivocado. La pandemia y la vuelta a la presencialidad es una gigantesca oportunidad para replantearse esa base. Y no estoy hablando del número de “suplentes” como proponen algunos con datos erróneos o poco claros. Lo que planteo es una reingeniería de la institución escuela donde el maestro vuelva a ser el centro de la actividad pedagógica, abandonando la invisibilizada terciarización de actividades de enseñanza en manos de ONGs, empresas, etc., inimaginable para varios de ustedes que están leyendo. O, para el caso de nivel medio, la puesta en práctica, definitiva, real y sin coartadas de programas como el de “profesor por cargo” (en CABA es ley hace más de 10 años y todavía no lograron terminar de completarla), un programa que resuelve además lo que todavía no pudimos erradicar que es el “profesor taxi”. La posibilidad de que un docente tenga toda su carga horaria en una sola institución dividida entre horas frente a alumnos, horas frente a programas específicos y entre ellos su propia capacitación. Otra solución posible, a la que varios le tienen injustificado terror, es cambiar la designación de los docentes. En la mayoría de nuestras jurisdicciones un docente es designado en un cargo definido por el grado, escuela, distrito y nivel no pudiendo ser trasladado a menos que él lo solicite. Cualquier necesidad de cobertura de cargos en el sistema está regulado por un sinnúmero de normas que impiden responder con velocidad por parte de las gestiones a nuevas demandas. Una designación como "docente de la jurisdicción" o en todo caso "docente de un nivel" daría la oportunidad de requerir sus servicios allí dónde sea necesario. Por supuesto compensando al docente por movilidad o utilizando incentivos económicos. Para el caso actual, el armado de burbujas y la disminución del número de alumnos por docentes ofrecería la oportunidad de reubicarlos rápidamente. Por otra parte podría ser una forma de mejorar los salarios de esos mismos docentes priorizando los niveles de formación y las orientaciones previas que hayan elegido en su carrera docente.

Como ven, existe un nivel de complejidad que no puede ser resuelto por una sola medida salvadora. Es mucho más que "tomarle prueba a los docentes", armar algún sistema de selección de aspirantes a la carrera (algo que podría analizarse desde mi punto de vista). Abandonar el "hacer a borbotones" debería ser la consigna.

Por eso y de parte de las autoridades educativas de cada jurisdicción sea nacional o provincial lo primero que debería ocurrir es apelar a la mesura en el uso de la información y sobre todo la selección de palabras para comunicar. Es cierto muchos de ellos no saben de Educación. Tampoco es una dificultad insalvable que no sepan pero deben entender que están ahí para gestionar transformaciones deseables y necesarias. Apoyar, consultar, elaborar políticas con los miles de especialistas del área, personas que trabajan cotidianamente hace décadas investigando, estudiando y proponiendo, podría ser una estrategia razonable. Deben ser parte de una epopeya gigante y están allí para liderar cambios. Y en ese marco, sólo una última y humildísima recomendación ("quien soy yo para darla, ¿no?"): no hay que pelearse con los maestros que son los actores que construirán esos cambios en cada aula, en cada escuela… Hay mucho para hacer. Para eso salir de la falsa grieta en Educación es el primer pasito que hay que dar...

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