Volver a abrir las escuelas. ¿Cómo se vuelve dónde 6 de cada 10 chicos están en la pobreza?

La noticia que el 63% de los chicos en Argentina hacía fin de año serán pobres llegó de la mano de un trabajo de UNICEF - Argentina. Parece una locura? No lo es. Por ahí no lo sabés: en los últimos 30 años el piso de pobreza multimensional de la infancia nunca pudo perforar el pido del 30%. Treinta años en los que por lo menos 3 de cada 10 chicos, en el mejor de los casos, fueron pobres y se mantuvieron allí hasta hoy, ya no tan niños, con 30 o más años…

El Covid es un “bicho” muy maligno. Además de convertirse en pandemia nos enrostra pandemias previas, esas a las que no le dábamos tanta bolilla. Una de ellas la que acaba de volver a mostrarnos con números desgarradores UNICEF. 
Pobreza y desigualdad.

En todas las sociedades los chicos ocupan un lugar único. Primero, porque los chicos dependen de los adultos para su bienestar y protección. Las generaciones adultas cuidan a los más chicos. Las decisiones deberían ser siempre de los adultos aunque en los últimos tiempos los adultos prefieran transferir a los más jóvenes algunas de ellas. Segundo, porque los inconvenientes que se producen en esta etapa de la vida pueden tener efectos negativos, a menudo varios de ellos irreversibles a lo largo de toda la vida del ser humano. Los chicos no solo sufren el hoy. Sus perspectivas de bienestar pueden verse complicadas por efecto de malas decisiones presentes. Cualquier decisión que comprenda el bienestar infantil actual y sus posibles consecuencias futuras son el producto de las buenas o malas decisiones no sólo de sus padres sino del conjunto de los adultos de una sociedad.

Por lo tanto hay razones para creer que a la hora de la vuelta a la escuela haya planteos éticos complejos por lo que las políticas de reapertura deben encontrar una manera de hacer lo correcto para todos los chicos, sin perder de vista las demandas especiales que ya tenían antes de la pandemia un sector mayoritario del colectivo infantil.

Debido a un complejo telón de fondo de injusticias sociales sistemáticas y estructurales, la brecha en el bienestar ya era inaceptable antes del COVID. Una gran cantidad de investigaciones demuestra que las consecuencias educacionales negativas han golpeado más a los más pobres, los que eran ya vulnerables y pronostican que la desigualdad educativa seguirá incrementándose durante mucho tiempo más, aún mucho tiempo después de los últimos destellos del COVID. Ya nadie en sus cabales discute eso. Por lo tanto y como mínimo, es imprescindible que las políticas de reapertura escolar no exacerben pobreza y desigualdad, empeorando aún más la realidad. Necesitamos que el propio diseño de estas estrategias contenga herramientas que corrijan directamente los retrocesos desproporcionados que aparejó este tiempo de anormalidad. Si no ponemos el ojo en esto último, reabrir o no reabrir será exactamente lo mismo. Si la idea es “arranquemos y vamos viendo que pasa”, lógica que nos caracteriza, estaremos en problemas...

Al inicio de todo este proceso, los alumnos provenientes de sectores pobres ya estaban atrasados en el logro de aprendizajes y tenían un mayor riesgo de fracaso escolar. Cuando el cierre físico repentino de las escuelas requirió una abrupta transición al aprendizaje a distancia, estos grupos tenían mucho menos acceso a Internet de alta velocidad y recursos tecnológicos necesario para un aprendizaje en línea exitoso que otros chicos de sectores más acomodados. Les aviso que eso no cambió. Es muy probable que en muchos entornos el regreso a la escuela incluya una combinación de presencialidad en el aula y aprendizaje remoto en el hogar. Ya se habla de sistemas educativos híbridos por un largo tiempo, más del que creíamos. Por lo tanto, incluso cuando las escuelas vuelvan a abrir, tecnología y aprendizaje remoto continuarán ensanchando la desigualdad y la injusticia en el acceso, ampliando aún más la brecha de conocimiento entre chicos de diferentes sectores sociales. Hay que implementar acciones ya en este sentido. Liberar datos del celular de los padres no alcanza. Redes comunitarias podría ser una solución.posible liberando acceso a Internet en los sectores más desfavorecidos para el caso de la falta de conectividad.

Pero sólo con computadoras e Internet no resolveremos el desafío. Los chicos de sectores vulnerables también tienen más probabilidades de asistir a escuelas donde los grupos escolares son mucho más numerosos, por lo que los procedimientos de distanciamiento se harán más difíciles de instituir y dependiendo de cómo respondan las escuelas, los alumnos tendrán o mayor riesgo de transmisión o más tiempo en forma remota que en clases presenciales, que aborden esos sistemas híbridos que nombraba unos párrafos antes. Los pobres, particularmente en las zonas urbanas, también tienen más probabilidades de habitar viviendas más pequeñas donde conviven más personas con mayor hacinamiento, amplificando la dificultad de los protocolos de distanciamiento físico y de poder acceder a una buena calidad del trabajo escolar en casa por falta de entornos propicios para el aprendizaje.

Por otra parte, estos mismos grupos son significativamente más dependientes de los comedores escolares y de toda las redes de seguridad social que proporcionan las mismas escuelas. Por tanto son los más afectados por no tener estos servicios cuando las escuelas cierran. Especialmente en comunidades de mucha pobreza, las escuelas cumplen un papel esencial al ser una fuente primaria de servicios de atención médica. Los cierres de escuelas amenazan desproporcionadamente la salud de los niños pobres que dependen de las escuelas para obtener una nutrición confiable y un acceso confiable a la atención médica. Y en eso hay que sacarse el sombrero por todos aquellos maestros que con "escuela cerrada", siguieron distribuyendo bolsas de comida o lavandina y alcohol durante estos 150 días. Y ya que está aprovechaban para alcanzar guías de actividades a los chicos en diversas escuelas de nuestro país, sobre todo en el conurbano de la Provincia de Bs As.

A su vez, los padres de estos chicos tienen más probabilidades de ser trabajadores informales y menos probabilidades de tener trabajos que pueden ser realizados remotamente. Esto requiere la necesidad de cuidado infantil diario. Escuelas cerradas ponen una tensión extra en estas familias y los chicos que están aprendiendo de forma remota puede que tengan menos ayuda de sus padres o por falta de tiempo o de herramientas simbólicas de los adultos. Frente a estas vacancias y necesidades es muy posible que estos padres también puedan sentir que tienen menos elección sobre si enviar o no a sus hijos a la escuela. Algo que posiblemente juegue a favor del retorno sin deserción. En la otra punta, las familias de mayores ingresos es más probable que tengan los recursos para supervisar la educación de sus hijos a tiempo completo en el hogar o a distancia y decidir no mandarlos. Aún así, habrá que pensar estrategias para ir a buscar a los muchos de los sectores más desfavorecidos que no volverán por sí solos. 

Acá sólo algunas de las reflexiones que andan dando vuelta por mi cabeza en estos últimos días cuando veo que crece la presión de algunos sectores por reabrir las escuelas no importa mucho cómo se haga.

Sólo algunas ideas sueltas para refexionar.

No creo que haya mucho tiempo para pensarlas. La presión seguirá creciendo y creo que a muchos de los que les interesa que se vuelva rápido tampoco les interesa mucho cómo se vuelve...

No será nada fácil pero los maestros sabemos que nada es imposible si hay política definida y recursos materiales y simbólicos para hacerlo...

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