WEI-CHI* educativo en la Ciudad (o de cómo aprovechar oportunidades)


La oportunidad aparece como el momento propicio para hacer algo y debe ser aprovechada para evitar el arrepentimiento posterior. Lo importante es estar atento para cuando se presenta y analizarla para determinar cuál es la opción más conveniente. Oportunidad pensada desde lo colectivo, no oportunismo ligado más a conductas individuales…
Para algunos analistas, Argentina es una “máquina de perder oportunidades”: cada vez que aparecen, los argentinos rehuimos a los verdaderos debates que los temas requieren. Y en un mundo de vértigo esto puede ser fatal...
Aún, sin coincidir en un ciento por ciento con estos análisis podría corroborarse que estas premisas son categóricamente genuinas en varios campos de las políticas públicas. En varios segmentos pareciera existir vacancias preocupantes a la hora de escrutar el verdadero “estado del arte”.
Uno de estos segmentos, aún con notorios avances en términos de agenda, es el educativo. Investigando diversos sistemas educativos en el mundo nos encontramos con que nuestro país, pionero en otras épocas, ha quedado rezagado por la falta de propuestas novedosas. Lejos, muy lejos, quedó ese país que a fines del s.XIX se convirtió en uno de los primeros de América Latina y del mundo, precursor en la creación de un sistema educativo nacional, andamiaje de la construcción de una ciudadanía nacional, una visión de futuro y progreso, ajustada al momento histórico del “triunfo positivo de la modernidad” y la organización de los Estados Nacionales. Seguramente, entusiastas y detractores coincidirían que una de las figuras clave en ese proceso fue Domingo Faustino Sarmiento…
En materia educativa, la Argentina nunca estuvo tan cerca de “la movida mundial” como en esa época… Puede que hoy se esté produciendo un hecho similar: siempre y cuando supere el nivel de política de “achicamiento de brecha digital” convirtiéndose en un verdadero programa educativo nacional y regional, la introducción masiva de tecnología con los planes “una computadora por alumno” pueden ser un hecho que se asemeje al proceso revolucionario que vivimos un siglo y pico atrás… El tiempo y los hechos lo confirmarán o no… Esperemos que así sea…
Sin embargo, la era en que “transcurrimos” es otra. En los últimos días el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha presentado un proyecto para reformular el acceso, designación y ascenso de los maestros del sistema educativo de la Ciudad. Solo algunos pocos conocerán que estos elementos están contenidos en el Estatuto del Docente, marco regulatorio del trabajo de todo el que enseña en nuestro sistema escolar que encuentra muchas veces diferentes grados de aceptación en la sociedad por considerarlo, por algunos, muy “laxo” frente a otros campos del trabajo. Posiblemente parte del problema sea la complejidad con la que este instrumento muchas veces aborda temas que para la “gente común” y “el sentido común” de esa gente encuentran hasta excesivas… Pero éste no es el motivo de nuestra nota y no avanzaremos sobre esta línea ya que es casi seguro que no estaríamos del todo de acuerdo con ese “sentido común” que se esgrime cuando se ataca esta norma.
Tras relevar en los medios gráficos y electrónicos y en los diferentes ámbitos educativos y legislativos sobre “lo que se dice” sobre el proyecto del PRO surge una fuerte pesadumbre, la misma expresada en los primeros párrafos de esta nota.
Tendría que inquietarnos (tribulaciones que se verifican en pocos actores) la pobreza conceptual y de argumentos de unos y otros sobre los verdaderos desafíos educativos en la CABA (por extensión en el país). Así el debate sobre si deben o no existir Juntas conformadas por los propios docentes para clasificar a los aspirantes a ingreso o ascenso en el sistema escolar, rápidamente se vuelve baldío, poniendo de manifiesto que el sustrato de la querella poco tiene que ver con la mejora de la calidad de lo que aprenden los que quieren aprender, de las condiciones de trabajo y de reconocimiento de nuestros docentes, de la organización y de la gestión de nuestras instituciones educativas… Todo se convierte en una “riña de gallos” con débiles argumentos frente a la requisitoria de construcción colectiva de una política educativa y del conocimiento. Cataratas de conceptos mal empleados riegan cada una de las conversaciones, aún en cenáculos legislativos o académicos. Modernización, ampliación de la participación, democratización, transparencia, cogobierno, autonomía, calidad educativa, estatuto, burocracia, convenio colectivo de trabajo, diálogo, consenso, discrecionalidad y media docena más de términos son utilizados para argumentar muchas veces lo contrario de lo que busca fundamentar el discurso oficial u opositor.
Espectadores que intenten conectar concepto con palabra seguramente terminarán vacíos sin entender el centro de la verdadera disputa. Si agregamos a todo este panorama la iracundia que solemos imprimir a los conflictos en los últimos tiempos, todo se transforma precipitada y disparatadamente en un momento de pura agonalidad, de épica mayúscula, de héroes y villanos, que refuerzan la imposibilidad de “salirse de la baldosa”, impidiendo pensar formas más modernas de gestión que den cuenta del tiempo que nos toca vivir y del tiempo que les tocará vivir a los que vienen detrás… Nos movilizamos, paramos actividades, denostamos al otro que piensa diferente, nos convertimos todos en docentes de matemática, enseñando “sistema binario” pero… para pensar la realidad. Entonces, todo pareciera demostrar que el volumen del desafío educativo es inversamente proporcional al nivel del debate que protagonizan los actores: funcionarios, legisladores, gremialistas o “simples mortales de a pie”.
En los últimos días, a propósito del conflicto en la Ciudad, leímos en Twitter algo de nuestro amigo @gabrielpalumbo que sintetiza, en parte, nuestra mirada: “No hay nada mejor para empeorar el estado de la Educación que una buena peleíta anclada bien en el siglo pasado”.
Por eso ésta es una buena oportunidad para mejorar la calidad de los procesos. Manteniendo una equilibrada participación de los docentes, en el marco de un Estatuto que no plantea ni cogobierno, ni autonomía y restableciendo una “centralidad responsable” del Estado en el reclutamiento, capacitación y promoción de cuadros docentes para enseñar y gestionar en nuestras escuelas podríamos definir funciones diferenciando claramente lo administrativo de lo legal, de lo docente; la decisión política del control y el seguimiento de los procesos.
Convencidos de que existen decenas de personas, dentro y fuera de nuestro sistema educativo, con capacidad para trabajar éste y otros temas con mayor rigurosidad, sin mirada corporativa, con visión de futuro y centrados en el objetivo de mejorar las condiciones de aprendizaje de nuestros alumnos y de enseñanza de nuestros maestros, no hace falta más que los actuales decisores los convoquen… Porque seguimos creyendo que la mejor defensa de la escuela pública es su transformación…

* Wei-Chi es la palabra con la que los chinos designan a la crisis. No por casualidad tiene dos partes. La primera (wei) significa "cuidado, peligro". La segunda (chi) tiene una connotación muy distinta: "oportunidad de cambio". En el I Ching este signo señala el tiempo en el cual todavía no se ha consumado la transición del desorden al orden. La transformación, por cierto, ya está preparada, puesto que todos los trazos del trigrama de arriba guardan relación con los del trigrama de abajo. Pero todavía no se hallan en su sitio.

Comentarios

  1. Flavio, como siempre, excelente y necesario artículo. Da realmente miedo pensar las consecuencias de la estatura del debate educativo. No me imagino cómo podríamos entablar una conversación con el futuro y con sus necesidades amparados en una lógica discursiva que tira todo hacia atrás. Los intereses -que bien utilizados pueden generar dinámicas reformistas- en nuestro caso sólo expresan cuestiones sectoriales de las menores y son presentadas, además, bajo el manto de una cerrazón infranqueable. Hace mucho tiempo que pienso que el problema de la democracia argentina reside en su falta de buenos intérpretes. Nuestros elencos centrales son pobrísimos, piensan mal y piensan tarde, lo que en estos tiempos te deja impávido, sin ninguna respuesta.Para no dejarse ganar por la desesperanza, hay que también decir, que existen las personas que miran los problemas desde posiciones contemporáneas, actualizadas y dinámicas. El desafío es el de todo el tiempo, visibilizar el discurso y la práctica de los nuevos actores.

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  2. me agrada mucho su blog, tiene cosas muy buenas.

    un gran saludo.

    margarita y eugenio.






    ejemplos de tesis

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