El estrecho debate educativo ¿Y si ampliamos las fronteras?

En los últimos días La Nación publicó resultados de una encuesta realizada por la empresa Gallup sobre percepciones, opiniones y deseos de los argentinos en torno a la calidad de la Educación en Argentina.
Sin dudas el manejo de este tipo de sondeos es importante para cotejar el “sentimiento de la gente” (¿sensación térmica?) y el impacto de las políticas que se vienen implementando en el área en los últimos años.
Pero nada mejor que una encuesta para justificar la esterilización del debate educativo.
Desde los 90 la racionalidad instrumental ha invadido parte importante del debate educativo que entró en punto muerto con la aparición de los que Pierre Bourdieu caracteriza como “intelectuales de corte” o “intelectuales de hoy”.

Una posible prueba de ello son las opiniones que rematan la nota. La Dra. Silvina Gvirtz, apoyada en datos que entrega la encuesta, realiza una serie de consideraciones. Una síntesis de ellas:
·         Describe el problema de la calidad como una crisis de larga data, casualmente (¿o causalmente?) visible desde el retorno a la democracia.
·         Define el fenómeno como multicausal al que le corresponde soluciones que lleven a cabo varias “medidas en paralelo”.
·         Demanda el diseño de políticas de mediana duración apelando al concepto de políticas de Estado, “más allá del gobierno de turno” y planteando la concreción de un pacto educativo que “fije lineamientos de política consensuados por diversos partidos políticos”.
Hasta aquí nada fuera de “lo normal”, todo dentro de lo políticamente correcto…
Pero llama la atención el contenido de la propuesta.
En primer lugar coloca como parte de ese “pacto educativo” la Ley Nacional de Educación. Se podrá estar más o menos de acuerdo con la misma pero lo cierto es que ya pasó el nivel de un “pacto entre partidos”: es ley de la Nación. Podrán revisarse que aspectos pueden formar parte o instrumentarse en el “pacto” pero, de hecho al día de hoy, cada artículo es de cumplimiento obligatorio tanto para el Estado como para todos los habitantes de la República. Como agregado incluye la necesidad de cuantificar metas -algo muy de los 90, aunque muchas veces necesario- que puedan ser medidas para dar cuenta de los avances o retrocesos.
Y aquí el segundo inconveniente. Para dar respuesta a la “multicausalidad” plantea como “política central” metas cuantificables en torno a “agregar tiempo escolar” –jornada completa– para “poblaciones vulnerables” y dotar de computadoras y conectividad a las escuelas. Pero, ¿de esta manera no estaremos proponiendo “instrumentos” sin un debate del sentido mismo de lo educativo? Nadie puede estar en contra de la tecnología. Tampoco del “más tiempo escolar” pero hay que explicar bien para que utilizarlo... ¿Se imagina una escuela de jornada completa o extendida que haga lo mismo que hace la actual? Más de lo mismo. ¿Será un síntoma ver reducir la multicausalidad de los desafíos sólo a una frase para salir del paso y que después se vuelva a “la receta” a lo Narda Lepes? (Una excelente chef).
Una cosa más: ¿Si el 73% de los encuestados dice que es importante que haya computadoras, “ponemos computadoras” y ya está? ¿Qué pasaría si la propuesta de la sociedad fuera otra? Por ejemplo colegios para pupilos e ikebana como elemento innovador.
Dejando atrás encuestas y opinadores, quisimos confrontarlo con otro concepto: el de Educación Inclusiva Plena. En pocas palabras se trata de “construir un proceso de abordaje y respuesta a las necesidades de todos los alumnos a través de la creciente participación en el aprendizaje, de las culturas y de las comunidades” generando “ambientes inclusivos en todas las escuelas por medio de la provisión de un conjunto complementario de ofertas que formen parte de una red escolar integrada, y mediante la articulación con otras prestaciones sociales”. El entrecomillado es parte de la fundamentación del proyecto de Ley de Inclusión Educativa Plena presentado por el Dr. Enrique Olivera en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2009. Proyecto que fuera “descuartizado” por el bloque PRO a pedido del Ejecutivo de la Ciudad y convertido en ley sólo con una de las medidas instrumentales planteadas por el original. Así y todo, ley todavía no reglamentada. (¿casualidad?)
En palabras más simples: ¿se imagina una escuela como parte de una red educativa mayor compuesta por clubes de barrio y federaciones deportivas, productores de cultura y grandes artistas, científicos y tecnólogos, efectores de salud y otras agencias educativas o sectores sociales o productivos que pueden ofrecer conocimientos? En clave de slogan: “Más que una política educativa, una política del conocimiento”.
Aún entendiendo a la educación como una herramienta fundamental para la integración social, sabemos que la escuela sola no alcanza.
En particular, en las comunidades más vulnerables, la inclusión educativa plena sólo es posible si se modifican las condiciones básicas del entorno, por lo que resulta imprescindible diseñar una política estatal intersectorial sustentada en la asistencia recíproca de todos los sectores de gobierno e involucrados en la tarea de gobernar.
Definir una política demográfica, procurar vivienda digna, hacer cloacas en un barrio, dar acceso al agua potable de red, mejorar las condiciones de empleabilidad de los adultos y jóvenes, asegurar acceso a la salud independientemente de su condición laboral también son algunas de las políticas necesarias para el logro del mejoramiento de la calidad de los aprendizajes de los chicos en la escuela.
Parece una paradoja pero nuestro país, a pesar de las crisis sucesivas, ha mejorado constantemente los índices de ingreso de alumnos a los diferentes niveles educativos. Sin embargo, la falta de políticas y de acciones destinadas a dar respuesta a la diversidad de poblaciones, situaciones, contextos y perfiles y la falta de enfoques correctivos, han resultado en mayor segregación y exclusión. Habrá que superar la visión de la Educación como paracaídas de la década de los 90.
Por último, existe también una exclusión encubierta, que se origina en la baja calidad de la educación que se brinda. A menudo, pero no siempre, asociada a la vulnerabilidad económica y social de los educandos. Una auténtica inclusión, supone necesariamente, calidad garantizada para todos.
Por eso, la propuesta de "inclusión educativa plena" apunta a combinar igualdad de oportunidades con calidad, aprendizaje efectivo a todos respetando y protegiendo la diversidad, respuestas curriculares y pedagógicas que tomen en cuenta las situaciones, contextos y perfiles de cada uno de los que aprenden.

Comentarios

  1. Un montón de cosas me vienen a la cabeza leyendo tu posteo. Hago foco en un par.
    La diversidad pensada en diferentes aspectos, por ejemplo los diversos orígenes étnicos de la población escolar de las escuelas públicas de la Ciudad. Me pregunto: Hace algo el GCBA teniendo en cuenta el plurilinguismo de los chicos de origen aymara, quéchua o coreano?También la diversidad en relación a las diferentes necesidades educativas, todas las escuelas porteñas trabajan en integraciones escolares y adecuaciones curriculares?
    Y la escuela de ocho horas con actividad académica me parece agotadora y stressante para los niños. Parece políticamente correcto hablar de la jornada completa, pero no escucho muchas voces que hagan un debate analítico profundo, de fondo....parece un slogan.

    ResponderEliminar
  2. Justamente la idea Carla poder dar una mirada diferente a los "marketineros educativos" de los últimos tiempos... En algún momento podremos profundizar como algunos de ellos se han convertido en algo así como "visitadores médicos" (en este caso educativos)... No hace falta explicarlo, no?

    ResponderEliminar